GENTE QUE NOS SIGUE

martes, 23 de agosto de 2011

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS VS. LA U.R.S.S.

Al comenzar este VERSUS me he dado cuenta de algo que es como para sentir un sudor frío en la espalda: ¿Cuántos chavales por debajo de 25 años conocen el Señor de los Anillos y no la U.R.S.S? Acabaremos por descubrir que es más real el libro de los elfos que el país que definió la historia del siglo XX.
Otro gallo habría cantado a los Soviets si Aragorn hubiese llegado a Secretario General del partido en vez de Brehznev: la emigración política, sólo femenina, se habría dado en sentido contrario y habría sido la República Federal de Alemania la que habría tenido que levantar el muro en Berlín. En pocos años el bloque Occidental habría quedado poblado sólo por hombres y la población se habría diezmado tan pronto como se hubiesen acabado las latas de cerveza.

BREZHNEV- ARAGORN. NO HAY COLOR....

Pero no hemos venido a plantear teorías políticas por sólidas que resulten. La realidad es que el Señor de los Anillos tiene más relación con el comunismo que el atractivo de sus apolíneos protagonistas. 


Para los que no lo sepan, las tres películas provienen de tres libros y no los escribió Peter Jackson sino un  tal J.R.R. Tolkien. Este señor, más británico que la caza del zorro, había quedado enamorado en su infancia del gaélico, lengua originaria irlandesa y que daría origen a su idioma élfico inventado. Sí, ese que los abducidos por su trilogía se aprenden el lugar de estudiar el gaélico. También acabaremos por descubrir que no era el auténtico.   
En la más pura tradición victoriana, Tolkien quedaría atado a los espacios de su infancia (como Lewis Carroll o J.M. Barrie) y trataría de moverse lo menos posible de la tierra de sus recuerdos, y como le ocurriera a toda su generación, tuvo que luchar en la Primera Guerra Mundial, lo que le causaría un importante trauma (reflejado en su cuento "Hoja de Niggle") y le empujaría a recluirse, aún más, en sus fantasías y su amor a la lingüística, a lo que le ayudó mucho llegar a ser profesor en Oxford. 
Lo de crearse una mitología propia recuperando la tradición perdida por la revolución industrial tampoco es exclusivo suyo y sí muy propio del primer tercio del siglo: su amigo C.S. Lewis (sí, el de Narnia) Lovecraft o el amigo de éste Robert E. Howard (el de Conan) y antes que ellos Lord Dunsany, todos recreaban nuevos universos de fantasía o terror, puro escapismo, si bien es innegable admitir que el suyo en profundidad y complejidad les dio sopas con ondas a todos los demás. 

Tolkien, que aborrecía la industrialización moderna (como refleja el trato que Saruman otorga a Hobbiton en el libro y no aparece en la película) tuvo una reacción frente a la aparición del comunismo muy burguesa y muy británica: pavor.
Debe decirse que, a raiz de las dos revoluciones de 1917 en Rusia y el auténtico golpe de estado que desemboca en el poder de los Soviets, la opinión de la cultura europea se polarizó: igual que surgen células comunistas por todos lados defendidas por felices escritores como Orwell (que más tarde renegaría del Stalinismo), la cultura más tradicional reaccionó con terror ante la posiblidad que se abría y se arrojaron en brazos de quien les ofreciese librarles de ese mal, así se llamase Hitler; y todos aquellos que pertenecían a la tendencia del escapismo y el refugio en la naturaleza, enfrentados al nuevo hombre y la industria que prometía su utopía, venían cojeando de ese lado. 
Digamos que las simpatías de Lovecraft por el nazismo no son su mejor carta de presentación. Y de Tolkien digamos lo mismo que de Borges, que sus antipatías a esta ideología no eran todo lo intensas que debieran.

Así que Tolkien, el gentleman inglés furibundamente anticomunista, escribió en 1937 un libro infantil de gran éxito llamado "El Hobbit" al que seguirían en 1954 y 1955 la archifamosa trilogía de los anillos. 
Lo que no se esperaba el buen hombre era que, tras su arrollador éxito, se ocultase un caso de casualidades históricas: caer en el momento exacto hablando de otra cosa y que nadie lo entienda. Ocho años después del inicio de la guerra fría y en plena escalada armamentística, un cuento sobre un pequeño objeto de destrucción global que unos seres anónimos deben eliminar para salvar al mundo fue leído, erróneamente, como una metáfora del peligro atómico por más que su autor se cansase de explicar que lo había escrito mucho antes de ninguna bomba (las primeras anotaciones datan de su estancia en las trincheras), y con una lectura opuesta a su idea original, el libro fue creciendo y su fama se disparó. 

Para mayor desgracia del autor, con la llegada de los años 60 una nueva generación ávida de fantasía se apropió de su creación para hacerla suya: la generación del hippismo y la sicodelia, es decir: unos rojillos fumetas que hablaban de comunas y amor libre, encantados de encontrar un mundo mágico en el que vivir sus aventuras como reacción a esa sociedad burguesa putrefacta que él defendía. Los grupos pop llenaban sus canciones de referencias a la tierra media y los reyes del cotarro, The Beatles, eran tan apasionados del tema que estudiaron seriamente realizar una versión cinematográfica y musical del libro con ellos mismos interpretando a los cuatro hobbits; el pobre Tolkien se habría revuelto en la tumba de no ser porque estaba vivo. Por suerte, con tantas drogas y discos de por medio la idea nunca pasó de eso.

Leonard Nimoy cantando "The Hobbit". Es como para pensárselo...

Finalmente, Tolkien murió en 1973, esperamos que no muy consciente de la referencia en que se había convertido para sus mayores enemigos y sobre todo, de la adaptación cinematográfica que se preparaba de su obra, a cargo de Walt Disney y, contra todo pronóstico, puesta en manos de Ralph Bakshi, el director de dibujos más irreverente e iconoclasta que vieron los tiempos, recién llagado de filmar largometrajes de dibujos que glorificaban el sexo, las drogas y la violencia.

  
A esto se dedicaba el director de la versión de dibujos de Disney...

¿Y la U.R.S.S? Pues, no muy contentos con su amigo Tolkien prohibieron la publicación de la trilogía por el el riesgo que implicaba el libro de un autor cuyas ideas eran tan conocidas y que anunciaba una gran guerra entre dos bandos en la que los malvados "hombres del este" mordían el polvo. Es más que probable que J.R.R. pensase tan poco en ellos a la hora de escribirlo como en la inexistente bomba Atómica, pero el resquemor era mutuo y mejor no arriesgarse. Como todo libro prohibido, circuló de mil maneras clandestinas y finalmente, con la caída del régimen acabó publicándose con el mismo éxito que en el resto del mundo. 

Una vez más, un pero... pero en la misma U.R.S.S no tuvieron problemas en publicar el Hobbit en los años 70, imaginamos que por verlo poco peligroso, con unas ilustraciones locales, como nos muestran nuestros amigos de English Russia, que se alejan mucho de los habituales cuadros de imitación prerrafaelista que lo acompañan y lo acercan al imaginario ruso demostrando que, puestos a soñar, señor Tolkien, los bosques nos parecen igual de mágicos en cualquier lugar y bajo cualquier gobierno. 

3 comentarios:

  1. POBRE STALIN , LE ENDOSARON TODAS LAS MATANZAS DE SHARUMAN , Y QUEDÓ DE MALO ....

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  2. Eso pasa por tener apellidos que se parecen: a Cronenberg y Carpenter les pasaba lo mismo...

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