WENDY SULCA VS. MADONNA

Sí, lo ha leído bien. Si usted aún no conoce a Wendy Sulca, Delfín hasta el Fin y la Tigresa del Oriente no tiente a su suerte, abandone esta entrada y olvide esos nombres para siempre. Wendy y los otros son la venganza por la conquista, no una en especial, por cualquier conquista, más bien por toda la especie humana: si debíamos llegar a esto era evidente que somos un error evolutivo. Por otro lado, si no conoce a Madonna, pregúntese porque le han descongelado a usted y no a Walt Disney.

Wendy Sulca: Transición del postromanticismo a la escuela atonal.

Wendy Sulca comenzó su carrera con ocho años pasando sin rubor de glosar los beneficios de la leche materna a los de la cerveza, razón más que sobrada para haber retirado la custodia a su familia, pero como siempre ocurre con los niños prodigio, la justicia mira hacia otro lado mientras alguien obtiene pingües beneficios. Y decimos alguien porque basta con ver los vídeos de Wendy para entender que no es ella. En su caso, el auténtico prodigio es la voz, esa voz de metasoprano cuyos registros más agudos
se encuentran sólo al alcance de otros mamíferos y desafían el concepto mismo de afinación. Un descubrimiento imprescindible que no nos cansaremos de agradecer a Danny Producciones.

Pues a nosotros, con su edad no nos parece nada bien.

Hasta aquí todo correcto (es un decir) Wendy procede a una descomposición del lenguaje armónico que algunos cenizos llaman cacofonía y a nosotros nos transporta a la segunda escuela de Viena. El problema viene cuando Wendy reaparece con 14 años, su vestido de Princesas Disney y el enanito que le baila al lado (que nos engañó haciéndose pasar por un niño pero no ha cambiado en seis años) y en un nuevo alarde de experimentación se arranca a triturar la canción que consagró a Madonna con su habitual acompañamiento de arpa chicharrera, la caja de ritmos Casiotone y perdiendo una media docena de octavas por el camino.

Así era hasta que llegó Wendy Sulca...

Y en realidad no es que la versión sea mala (tratándose de Wendy Sulca ese adjetivo ya pierde sentido) es que nos plantea un problema de índole casi moral, y es que no es lo mismo que una Madonna bien entrada en los 20 y con gesto de haberlas visto de todos los colores te diga que le haces sentir como una virgen a que lo haga Wendy con 14 añitos y dos señores bailando detrás que bien pueden ser los que le han llevado los bocadillos.

...y esto es lo que recordarán nuestros nietos. 

Bien sabemos que la propia Madonna negó que se tratase de una cuestión sexual, pero incluso metáforicamente, alguien debería decir a Wendy que nunca hemos dudado de su virginidad. Querida Wendy, cuando una es virgen no es preciso explicar cómo se siente, no tiene otro modo de hacerlo. Sinceramente, este giro nos asusta ¿Nos encontramos ante una nueva Miley Cirus a punto de descarrilarse? ¿Qué será lo próximo, una versión de Lady Gaga? Nosotros ciframos toda nuestra confianza en Doña Lidia Quispe, a la sazón, su orgullosa madre. Doña Lidia: cuídenosla hasta el matrimonio. Y recuerde que la cerveza se debe consumir con moderación. 

Distintas opiniones sobre el tema. ¡Wendy, no veas esto hasta que seas mayor de edad!

Lo más triste de estas figuras a medio camino entre el patetismo y lo pintoresco que nos dan tanta risa es que son el reflejo de sociedades en las que el racismo hacia lo indígena sigue estando muy presente y la parte más olvidada del pueblo las convierte en ídolos mientras el resto de estamentos se ríen de ellos: Wendy ha tenido al menos un disco de oro. Si el mundo fuera más justo, Wendy viviría en un barrio de clase media, su mamá dirigiría la asociación de padres del colegio y su actividad se limitaría a obligar al resto de familias a tragarse su canciones en la fiesta de fin de curso. 

LO PEOR: Diríamos que su juventud, que nos promete que hay Wendy Sulca para rato, pero no, a Wendy le deseamos lo mejor, y lo peor, hablemos de quien hablemos, siempre será Delfín, quién prostituyendo su dizque canción en un anuncio de dizque aceite,  ha demostrado que además de no tener talento, dignidad ni vergüenza, también se puede carecer de escrúpulos. El último al que recuerdo dedicar esos epítetos tan seguidos debió de ser un violador o un asesino.